martes, 14 de abril de 2020

Leí una historia de lesbianas con un final feliz


La historia corresponde a un libro escrito en 1950, llamado The Price of Salt por Patricia Highsmith. Publicó su libro mientras existían grupos en Estados Unidos como el de Henry Gerber’s Society for Human Rights que luchaban por proteger a los homosexuales perseguidos.

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Highsmith, al igual que una larga lista de investigadores, solo reforzó la evidencia de que en las culturas es natural encontrarse con relaciones de amor entre el mismo sexo. En Europa, desde el siglo XIX, el científico Sigmund Freud no consideraba la orientación homosexual y bisexual como una enfermedad ni como un crimen. En Berlín, Magnus Hirschfield había fundado el Instituto de Sexología y los documentos especializados que publicó se mantuvieron vivos hasta la llegada de los nazis quiénes destruyeron sus estudios el 10 de mayo de 1933. Al mismo tiempo Oscar Wilde y Radclyffe Hall luchaban en Inglaterra contra los señalamientos de su orientación sexual.
Después de los años 70 los movimientos de liberación sexual se expandieron y la mediatización de la diversidad sexual evolucionó rápido. A la fecha, me siento frente a la computadora y mientras reviso las redes sociales me topo con páginas de movimientos sociales, de organizaciones que se mezclan al mismo tiempo con compañías que se han apropiado del discurso pro LGBT en sus campañas de marketing. También los gobiernos evolucionaron de una cultura de tolerancia hacia la inclusión, al menos países como Bélgica, España, Argentina, Uruguay, Colombia y Brasil han aprobado el matrimonio entre personas del mismo sexo.
Pareciera que leer una historia de lesbianas con final feliz es algo tan común para nuestra época.  Sin embargo, estas campañas y políticas también reflejan la ausencia de una cultura que no sea machista. En la vida real todavía existen historias de amor entre dos personas del mismo sexo que se señalan y se discriminan por parte del Estado y de la sociedad.
Cada vez que leía a Richard, novio de Therese, y a Harge, esposo de Carol, me di cuenta de cómo Highsmith criticaba a personas que aún existen allá afuera. A la idea de la perfección donde siempre sale el sol, no existe la pobreza, el crimen, ni la corrupción. Donde la felicidad se adquiere por medio de una uniformidad total, por medio del modelo de la familia perfecta, donde existe ese rigor donde nada puede ser diferente.
Sus críticas se revelan en los diálogos que tienen Therese y Carol cuando están conversando, cuando están solas y pueden ser ellas mismas. Por un lado estaba Richard, y Therese realza cómo él la amaba solamente por la sensación de poder que le concedía y la de pertenencia que tenía cuando ella le acompañaba:
Pensó que Richard sólo se enteraba de que estaba «a kilómetros de aquí» cuando se sentía privado de ella por su distancia, pero no se enteraba de nada más.
Los diálogos de Carol también revelan que ella está consciente de que Harge se casó con ella por esa perfección a la que quería pertenecer:
Creo que me eligió como se elige una alfombra para el salón, y cometió un grave error. La verdad es que dudo que sea capaz de querer a nadie. Lo que tiene es una especie de ansia adquisitiva que no es muy ajena a su ambición. Ser incapaz de amar puede convertirse en una enfermedad, ¿no crees? —Miró a Therese—. Quizá sea el sino de esta época. Si uno se empeña, puede justificar lo que quiera, incluso el suicidio colectivo. El hombre se está poniendo a la altura de sus propias máquinas destructivas.
Lesbiandad: una ruptura contra el sistema
Highsmith hizo algo que es importante en la actualidad y es que por medio de las dos protagonistas visibilizó a las lesbianas. Normalmente se arrejuntan las tendencias sexuales en una mezcla siglas LGBT, lesbianas, gays, bisexuales y personas transgénero, cuando a cada grupo le corresponde un reconocimiento particular e inclusión específica en la sociedad. La importancia de hablar solamente sobre lesbiandad se recalca durante el foro que se desarrolló en la Escuela de Historia, en la Universidad de San Carlos de Guatemala, en el marco del 26 de abril, día de la Visibilidad Lésbica (ver video) desde un esfuerzo para interpretar las realidades desde otros marcos teóricos y metodológicos.
En los últimos cinco años todavía el 74% de personas en Guatemala se negaría a votar por un candidato político que fuera homosexual y el 70% aún cree que la sexualidad es una enfermedad. El 40% de las personas no acepta a un familiar homosexual o bisexual.** ¿A dónde se puede llegar así? Si todavía tengo esa sensación de que Carol y Therese existen solamente en la ficción, si pienso que tuvieron mucha suerte, si los lectores todavía creen lo mismo que yo.
En su larga carta final Carol le relata a Therese las humillaciones que ha sufrido durante las negociaciones con los abogados de su marido:
Pero el punto más importante no lo mencioné y ninguno de ellos lo pensó, y es que la relación entre dos hombres o dos mujeres puede ser absoluta y perfecta, como nunca podría serlo entre hombre y mujer, y quizá alguna gente quiere simplemente eso, como otros prefieren esa relación (…) que se produce entre hombres y mujeres. Ayer se dijo, o se dejó entender, que el camino que he escogido me llevaría a hundirme en las profundidades del vicio y la degeneración humanas. Sí, me he hundido bastante desde que me apartaron de ti. Es verdad, si tuviera que seguir así y me siguieran espiando, atacando, y nunca pudiera poseer a una persona el tiempo suficiente para llegar a conocerla, eso sí sería degeneración. O vivir contra mi propia naturaleza, eso es degeneración por definición.
Referencias: 
* Cory, D. W. (1951). The homosexual in America: A subjective approach. New York: Greenberg.
** OTRANS. (2012). Violaciones a los Derechos Humanos de las personas Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transgénero (LGBT) en Guatemala: Informe Sombra: Comité para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas. 
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