martes, 14 de abril de 2020

Una semana sin "Smartphone". He aquí el porqué.



post original el 26 de agosto 2017 en BookClubforTwo

libros, books, moon

Este escrito no es un llamado a la acción, ni mucho menos un escrito donde yo les hago ver que llevan una vida condenada a las pantallas y deben arrepentirse. Solamente quiero contarles que de vez en cuando elijo horas, días e incluso semanas para desconectarme de las redes sociales lo más que pueda.
Dejar un smartphone por un par de horas me pareció sencillo. Pero cuando se trató de una semana, después de dos días incómodos porque todo lo quería documentar por medio de una fotografía o un “tuit” e inmediatamente me detenía, mis días comenzaban así: Abría los ojos, me dejaba acariciar por el sol que entra en mi ventana y miraba a los árboles que tengo enfrente. Cuando tomaba suficiente energía o me entraba la pena de que se me haría tarde, me levantaba sintiendo aún el calor de mi sudadero para ir a la cocina, tomar un bowl de cereal y nada más. Pasear por la casa y mis plantas mientras terminaba de desayunar. Es un momento silencioso a solas.
Después de una ducha, elegía la ropa más simple y cómoda para ir al trabajo, y salía caminando. Un par de veces me topé con los gatos de la cuadra. Noté que varios vecinos salen a la misma hora. También le presté atención a un padre que arreglaba a su hija todas las mañanas antes de que subiera al bus en una parada, el otro se llevaba a su hija atrás, bien agarrada para que no se cayera de la moto.
En ninguno de esos momentos revisé mi teléfono. Solo estaba al tanto de la hora, ¿quién iba a extrañar o quién notaría que no estaría mandando un corazón por Instagram o haría un comentario en Twitter? El mundo puede esperar. Todo puede esperar por las mañanas, por un par de horas hasta que por razones estrictamente laborales se comuniquen conmigo por teléfono o por correo.
No apagué el teléfono, si alguien me necesitaba, todavía podía enviarme un mensaje de texto o llamarme. Incluso podían establecer una fecha para vernos en un lugar físico. Aún encuentro poco productivo e innecesario tener conversaciones interminables de Whatsapp entre memes y las preguntas de ¿cuándo nos vemos?
Dejé de tomarle fotos a mi almuerzo porque está bien, lo termino comiendo después de todo. Escucho música o solo me siento y como. Tuve un par de encuentros incómodos donde me topé con personas que al levantar los ojos de sus dispositivos, me encontraban a mí viéndolos directamente, no era algo personal. Quizás ni los estaba viendo, solo pasaba que sus ojos estaban allí, unas cuadras más adelante de los árboles que entre los edificios intentan pasar desapercibidos y balancearse de un lado al otro con el viento que todavía les llega.
Mis respuestas se han vuelto más concretas y “directas al grano”. Dejé de prestarle atención a las redes, a todas al mismo tiempo que demandaban atención instantánea al mismo tiempo. Cancelé Netflix y poco a poco he ido borrando aplicaciones, como Facebook, del teléfono que me parecen innecesarias. Documenté un momento mi rato a solas tomando un café. Porque el tiempo a solas también es importante. Nos da un respiro y llena de nuevo el cajón de ideas en la cabeza.
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