lunes, 28 de marzo de 2011

"En la era de la información no puede haber memoria"

"En la era de la información no puede haber memoria." Ángeles Diez hace mención de esta frase. Y vaya si es cierto. Lo tomo desde el punto de vista donde ya no me es necesario esperar un día para obtener noticias escritas o las doce del medio día para el noticiero en televisión. A través de las redes sociales, blogs y páginas web de periódicos electrónicos, me actualizan cada segundo un amplia gama de comentarios sobre entretenimiento, nacionales, internacionales, política, religión, salud, tecnología y deportes. Las noticias son cada vez más especializadas, acorde a nuestros gustos e intereses. "La sociedad está fragmentada en múltiples grupos de interés, de aficiones, amigos, familiares, comunidades, ideologías..." - A. Diez-
En menos de 140 caracteres uno puede saber si hay tráfico, a quién mataron y quién va ganando en las encuestas electorales y si deseamos "investigar más" hacemos click en el link. Usualmente son noticias que desean simplificar esa compleja estrategia económica/política para que quepa en 140 caracteres o sea de fácil y rápido de digerir durante su lectura. Entran uno tras otro en mi bandeja de correo electrónico o "muro" y mientras leo un artículo del terremoto/ tsunami en Japón, me entero de la feria del libro en abril y de la nada aparece la noticia de "Baldizón promete..." y poco a poco dejo de prestar atención a las noticias pasadas, hace un par de minutos. Comienzo a navegar en títulos, subtítulos y medio hojeo entre líneas para "estar al día". No hay ni tiempo para dar un minuto de silencio a las que se van enterrando más abajo en la bandeja o "muro" y sólo el título se queda en mi memoria...

jueves, 24 de marzo de 2011

Una adicción de la que me declaro culpable



Leer, no es dulce como el chocolate, ni amargo como la cerveza, pero sí una adicción, de la que me declaro culpable. ¿Cómo caí? Fue de niña. No fue por la gramática que se nos hace tan atractiva de pequeños (si, claro) o esos libros clásicos de Miguel A. Asturias del hombre que lo sabía Todo, Todo, todo… Fue más bien en la mera infancia, tengo que viajar a esa linda edad de seis años.

Fue un encuentro un poco tortuoso, entre el odio y el amor, porque no fue fácil. Me llegaban las ocho de la noche y mi madre al lado con casi deseos de leer por mí le tenía paciencia a mis lágrimas. Yo no tenía idea de lo que esos garabatos significaban, mucho menos cómo se pronunciaban, ni hablar de unirlos para producir una palabra.

Pero noche tras noche, algo hizo que la “chispa del amor” diera fruto. Nos fuimos entendiendo y teniendo confianza, me daba la historia y tenía que poner de mi parte para echar a andar la imaginación. Todo empezó a tener claridad, asociar los dibujos con las palabras y memorizar un poco cada garabato, fácil.

No fue amor a primera vista, pero con el tiempo logré concentrarme más y descubrir que si me abstraía podía viajar desde mi habitación a un castillo, una casa en el campo, una granja, un tren en Canadá, presenciar un ataque en Vancouver y muchas historias que aún siguen en mi lista de espera para que pueda transportarme a una especie de vida alterna a la que tengo. Decidí tomar desde muy joven esta adicción pacífica, que no daña casi a nadie, (un minuto de silencio a tanto árbol que elabora el papel de las páginas que leo) a excepción de mi vista. No produce cáncer de pulmón o de hígado, ni separa a las familias y/o amigos, al contrario considero que las une cuando han leído un mismo libro y no hay límites para la imaginación en pareja o grupo.

Un buen libro, cualquiera que sea su contenido no puede estar completo sin un buen separador. Mi primer separador me lo dio mi madre en primaria y desde entonces es como el accesorio del libro que no debe faltar. Se ha vuelto una colección anexa a la de los libros. Fue una frase que tenía ese separador de Snoopy que me hizo reflexionar: “con un libro no es necesario esperar un comercial para ir a la cocina por un bocadillo” desde allí reafirmé mi adicción a los libros, porque ejercita tu mente a diferencia del televisor y su plus: soy dueña del tiempo que me tomo para leerlo o no. No tengo que esperar la próxima semana para el siguiente capítulo y las imágenes las hago en mi mente a mi manera.

Por último, si existe una adicción al libro, también a los considerados bares de libros: las librerías. Cada librería tiene su personalidad y ya se que atrae por su encantador desorden de pilas de libros o su moderno estilo de clasificación. Da tristeza ver que en nuestro país la mayoría de libros están a precios más altos que nuestros países vecinos y a veces sólo se sale a “window shopping” de libros y se regresa a casa sin nada, pero con ganas de ahorrar para ese libro tan atractivo y posiblemente perfecto para una tarde en casa, con la lluvia de fondo y una buena taza de chocolate. Y sólo nos queda decir: pronto, pronto te tendré en mis manos. Nunca pierdo la esperanza…

domingo, 20 de marzo de 2011

Antigua






Eventos políticos, sociales, religiosos y cualquier problema cotidiano que consideremos mayor que los tres anteriores... se esfuman de vez en cuando al escapar en cuerpo y mente de la realidad.

miércoles, 16 de marzo de 2011

Puro/a mula

Como parte de la gama, tan extensa, de actividades lúdicas de fin de semana en un centro comercial, me tomé la libertad ir al cine (Qué otra). Los rigurosos preparativos, previo ver la película: lectura de cartelera y sinopsis de cada estreno, elección de película, horario y adquisición de alimentos me los salté. Estaba decidida a ver una película con bastante popularidad y bulla en facebook, radio y medios escritos: Puro mula. Un joven, no tan joven, que al perder a su sobrino hace un recorrido de sus últimos años de vida, los cuales no han sido muy emocionantes. Demuestran la irresponsabilidad e indiferencia que adquirió con el paso de los años.
Dentro la historia me llamó la atención el diálogo que cada personaje intercambiaba, ya que además de gestos, incluían todo un repertorio de "malas palabras". No me pareció maleducado y no vengo a dar lecciones del buen lenguaje. Sólo me llamó la atención, porque son parte de nuestra cultura.
En Guatemala no es raro que desfilen con bastante énfasis y delicadeza en una conversación y destaca mejor entre el público masculino. "Qué onda vos cerote" puede ser un saludo, normal, entre amigos. Son palabras y expresiones que enriquecen nuestro desahogo o lo que queremos expresar, pero se manejan acorde al contexto. No podemos saludar así a nuestro jefe o a la abuela. A medida que observo la trama, hago mi pequeño análisis y al salir escucho el entorno, las malas palabras vibran en el ambiente. Entre amigos, peleas, descripciones con sentimiento y opiniones.
Las malas palabras desafiaban lo establecido y eran lo opuesto a hablar culto. Convencía a las clases sociales que si no las manejaban era ser mejor persona. Ahora estas mismas palabras las leo y escucho en comentarios que al parecer poco a poco se han ido transformando en parte del vocabulario para expresar pensamientos, opiniones y desafían a los análisis rigurosos. Ayudan a construir o reforzar la descripción de un objeto o persona, y reforzar la discriminación y prejuicios. Se convierten en adjetivos o sustantivos más fáciles de pronunciar o comprender entre sujetos.
Lo veo cuando alguien quiere expresar su opinión a un/a candidato/a político. Los recursos de la mente se reducen a sólo malas palabras y en escanear su imagen, más que cuestionar o tratar de desenredar las estrategias o ideas detrás de toda acción que realizan. No hay que abusar de esas palabras, porque poco a poco se vuelven nuestros únicos recursos, que considero como pobres y vacíos cuando no saben qué decir para ganar o justificar una discusión. Y sólo sos Puro/a Mula, indiferente e irresponsable.

jueves, 10 de marzo de 2011

Mujer...

Hoy, ocho de marzo, día internacional de la mujer, camino entre un ambiente lleno de frases bonitas en la radio, televisión, mantas y redes sociales. Ya saben, con esos dibujos de flores, objetos rosados, delicados y todas esas imágenes que nos “representa” como mujeres.

Me siento triste por no asistir a la marcha, mis labores lo impiden y no me molesta, porque, a pesar de que mis pies dirigen mi cuerpo al trabajo, en mi mente abro camino con una pancarta imaginaria, entre la multitud, para expresar la necesidad de que se siga en la lucha por condiciones aceptables, seguras y sin desigualdades para las mujeres.

De repente, un temblor… más que eso, una voz masculina suena y me trae de regreso. Es el jefe, que se involucró a la conversación sobre el día Internacional de la mujer. Callados por miedo, más que por respeto, escuchamos su comentario (si puede llamarse así). Su intervención hizo énfasis en que las mujeres “mínimo” tienen un día al año, ya que el resto es para los hombres. Otra vez, cada año lo mismo, no es la primera, ni la última vez que escucho esas palabras o esa “broma”. Lamentablemente no podía, ya que ganas no faltaban, apuñalarlo o herirlo de alguna manera elaborada para que sufriera. Pero, si quiera pensar eso, no me haría mejor persona, ni mejor mujer. A ello le respondí: ¿Qué hombre tiene la suficiente potestad de pretender conocer los motivos del enigma de la mente de una mujer y de este su día?

Atravesé cuadernos, libros y análisis elementales de mujeres increíbles con grandes currículos sobre el tema, pero llegué a esta historia personal. Porque es una muestra de que las mujeres, tenemos capacidades innatas y únicas, con el deber de seguir luchando porque tengamos no sólo voz dentro la sociedad, sino también porque generemos cambios en nuestros hábitos y costumbres. Para que comentarios como este se eliminen. Los años han pasado y parece que el camino lo tenemos largo, una lucha quizás silenciosa, se lleva por miles de mujeres anónimas, pero seguras de que el lugar en el mundo no es en el del hombre. Cada una tiene día con día la convicción de terminar lo que se inició hace cien años: organizarse para cambiar el “orden establecido por la sociedad”, no sólo el ocho de marzo. Si bien aún las mujeres no disfrutamos de una igualdad plena en la sociedad y las formas de opresión se recrean con más sutileza y también con una violencia elaborada. Se puede ver al pasado y comparar los avances, derecho al voto y leyes específicas.

Esa reducción a un día, es un ejemplo de nuestra cultura machista guatemalteca. En definitiva, una cultura que aparece como un fenómeno exclusivamente masculino, sistémico, transmisible y simbólico: ya visto como común. Es un punto donde no debemos tener miedo a, no reñir, pero aclarar la importancia de este día. ¡Querer ejercer el derecho a la autonomía, el reconocimiento y transformación, de un mundo eminentemente masculino!

Buscando paz interior


Estoy sentada en un cubículo... procuro usar mi imaginación para salir de allí. ¡Qué molestia! Al parecer manipulan el reloj para que esté más tiempo sentada, trabajando. Una especie de conspiración sobrenatural.
Y agrego que me siento con insomnio y lamento, se asemeja a depresión, pero procuro ser positiva así que no entro en esa categoría, aún. Sigo llamando a la imaginación, pero no me quiere ayudar a descubrir nada, los colores de las paredes más grises que las nubes y los papeles blancos con puntos negros empiezan a bailar en mi mente, pero nada más se viene como imagen. Todo pasa de prisa a mi alrededor, con esa velocidad siguen jalando la imaginación y la bloquean, lucha para llegar a mi lado.
De la nada, entre el torrente de hojas y más hojas, encuentro una fotografía, increíble y única entre su especie de hojas blanco y negro. Esa fotografía tiene un paisaje misterioso y una vista fabulosa... Cierro los ojos y siento incluso ese olor a húmedo del bosque recién rociado de lluvia. Esos árboles, tan atractivos y llamativos, me incitan a ir a dormir en su regazo y brotan flores por todos lados, incluso cerca de los dedos de mis pies. Estoy lejos de la ciudad, cerca de la materia prima, esa que le dicen también naturaleza. Lo imposible se volvió realidad, ya quiero estar allí, estar con aquellos árboles y aprendiendo de su vida.
Abro los ojos y otra vez estoy en el cubículo, aún no es mi hora de salida, no me importa tomo mis cosas y salgo de allí, de ese cuadro que aplastaba mi pecho y espantaba mi imaginación. ¿A dónde me dirijo? No importa, basta con que tenga árboles...
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