jueves, 10 de marzo de 2011

Mujer...

Hoy, ocho de marzo, día internacional de la mujer, camino entre un ambiente lleno de frases bonitas en la radio, televisión, mantas y redes sociales. Ya saben, con esos dibujos de flores, objetos rosados, delicados y todas esas imágenes que nos “representa” como mujeres.

Me siento triste por no asistir a la marcha, mis labores lo impiden y no me molesta, porque, a pesar de que mis pies dirigen mi cuerpo al trabajo, en mi mente abro camino con una pancarta imaginaria, entre la multitud, para expresar la necesidad de que se siga en la lucha por condiciones aceptables, seguras y sin desigualdades para las mujeres.

De repente, un temblor… más que eso, una voz masculina suena y me trae de regreso. Es el jefe, que se involucró a la conversación sobre el día Internacional de la mujer. Callados por miedo, más que por respeto, escuchamos su comentario (si puede llamarse así). Su intervención hizo énfasis en que las mujeres “mínimo” tienen un día al año, ya que el resto es para los hombres. Otra vez, cada año lo mismo, no es la primera, ni la última vez que escucho esas palabras o esa “broma”. Lamentablemente no podía, ya que ganas no faltaban, apuñalarlo o herirlo de alguna manera elaborada para que sufriera. Pero, si quiera pensar eso, no me haría mejor persona, ni mejor mujer. A ello le respondí: ¿Qué hombre tiene la suficiente potestad de pretender conocer los motivos del enigma de la mente de una mujer y de este su día?

Atravesé cuadernos, libros y análisis elementales de mujeres increíbles con grandes currículos sobre el tema, pero llegué a esta historia personal. Porque es una muestra de que las mujeres, tenemos capacidades innatas y únicas, con el deber de seguir luchando porque tengamos no sólo voz dentro la sociedad, sino también porque generemos cambios en nuestros hábitos y costumbres. Para que comentarios como este se eliminen. Los años han pasado y parece que el camino lo tenemos largo, una lucha quizás silenciosa, se lleva por miles de mujeres anónimas, pero seguras de que el lugar en el mundo no es en el del hombre. Cada una tiene día con día la convicción de terminar lo que se inició hace cien años: organizarse para cambiar el “orden establecido por la sociedad”, no sólo el ocho de marzo. Si bien aún las mujeres no disfrutamos de una igualdad plena en la sociedad y las formas de opresión se recrean con más sutileza y también con una violencia elaborada. Se puede ver al pasado y comparar los avances, derecho al voto y leyes específicas.

Esa reducción a un día, es un ejemplo de nuestra cultura machista guatemalteca. En definitiva, una cultura que aparece como un fenómeno exclusivamente masculino, sistémico, transmisible y simbólico: ya visto como común. Es un punto donde no debemos tener miedo a, no reñir, pero aclarar la importancia de este día. ¡Querer ejercer el derecho a la autonomía, el reconocimiento y transformación, de un mundo eminentemente masculino!

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