Los ojos se abrieron. El reloj acababa de dar las dos de la madrugada y ella sabía muy bien que podía dormir cuatro horas más. Tenía cuatro horas de paz, para estar lejos de esa conservadora y rutinaria vida.
No había pasado el minuto cuando una mujer gritó, su llanto era fantasmal. ¿La llorona? Alguien sufría en la madrugada. No podía dormir, el llanto continuaba. Prestó atención, esta vez no era el recién nacido que florecía en algún lugar cercano, era un alma en pena. Una mujer joven que no se entendía lo que decía entre las pausas de delirio.
Imaginó motivos por los cuales se lamentaba. El llanto se alejó o fue el sueño que la venció.
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