cuentos cortos

miércoles, 22 de julio de 2020

julio: para el tiempo presente


Quiero compartir un cuento de un libro que escribo desde hace cinco años. Un libro sobre el divagar de la mente, mis viajes interiores y lugares comunes, realidades.


«Es el eterno conflicto: querer mil vidas porque con una no me basta.»
- Caia






martes, 14 de abril de 2020

Young



post original el 28 de marzo 2016 en BookClubforTwo

I spent a lot of my young years reading. Cooking with my mum and watching Sunday sci-fi shows with my dad. I used to move from one side to another in my bed with a book stuck to the fingers thinking that this hobby was superior to others. I blame this idea to our society, that reading makes you smarter or a genius distributed through the minds of everybody. Now I know that it’s an ignorant or narrow-minded attitude. Curiosity, interest, and hunger for knowledge come inside of everything, not just books. It comes from direct experience. For example, taking a walk or playing a musical instrument.

miércoles, 29 de julio de 2015

Sueño del último miércoles de julio que para mí es sábado

Los palacios de mi subconsciente siguen trayendo el espectáculo más insólito que mis ojos humanos despiertos jamás podrán contemplar. Es un rico vivero de imágenes con sensaciones que yo misma encajo con pequeños destellos diferentes. Sólo modifico la posición de la luz, la persona que me acompaña o las tragedias que germinan durante mi recorrido.

Empiezo en una carretera boscosa, con unas cuantas aceras descuidadas de retazos de barrios que he visto en la ciudad. Sonidos cambiantes de transeúntes empiezan a volverse frágiles ante los ruidos de los pájaros y el silencio. Las hojas caen, las ramas se golpean entre sí mientras sigo caminando por el sendero asfaltado. Paseo entre subidas y bajadas. A veces acompañada por mi madre otras veces sola. Las personas que no logro identificar, que salen de repente, salen despedidas hacia los árboles. Me encuentro entretenida. Feliz, esta vez sin sospechar de la felicidad como siempre lo hago. En el mundo real suelo caminar contenta con un ojo adelantado en cada esquina esperando que se asome alguna desgracia. Porque ¿quién puede vivir por tanto tiempo con auténtica felicidad?

Las originales flores violeta o azules aquí no existen. Pero si observo alguna planta tiene mis verdes favoritos, no pienso en nada más que la apreciación del bosque y sigo multiplicando pasos. La luz se filtra por pequeños espacios mientras va cambiando de amarillo a naranja. Es el atardecer aficionado a que lo observe.

Los acabados de mi bosque me enorgullecen. Lo he soñado incontables veces que ya se ha encargado de aplicar más de millones de detalles que se me han de ocurrir mientras maquino otras ideas de día. No tengo noción del tiempo sólo sé que estoy lejos pero del otro lado en alto veo mi casa como una hormiga. Tengo que seguir caminando. No me exijo nada, ni me desconcierto ante nada. No existe nada más que el bosque con el sendero. Ni siquiera me dedico a compararme entre la yo de ahora y la de antes. Mucho menos le pongo atención al futuro inmediato.

Veo la forma de los principios. De lo claro. Veo cómo una suave llama flota para meterse en el pecho porque está en un sendero conocido que amo tanto. Floto en la mente entre siluetas de árbol, de montaña, tampoco tanto porque siento los pies. Tengo sentimientos que puedo pronunciar. Más cerca distingo el gran puente de madera que destaca sobre las hojas. A veces está desgastado. Esta vez le faltan tablas y aún así lo puedo pasar sin preocuparme por caer.

Del otro lado hay dos casas que me parecen asombrosas. Están abandonadas. Una hecha de concreto más majestuosa que la otra, que es una cabaña. Ambas valen tanto la pena y está anocheciendo. Jamás me decido por ninguna. Sólo decido acampar entre las dos para resguardarme del frío.

De repente, me parece brillante y bastante fresco despertarme ya en la carpa al otro día. Tengo decidido que debo seguir la ruta todo continúa en bajada y termino en un bar improvisado entre pequeñas casas de madera. Veo el menú, brindo sola. Me siento débil entre más personas de ese bar que está lleno. Tienen tantas características que le exigen a mi mente pensar demasiado. Cuestiones de indecencia por la falta de autenticidad, me invade la desconfianza y percibo otras inclinaciones particulares entre las interacciones que tanto detesto. Risas falsas. Movimientos para llamar la atención. Palabras que borbotean de varias bocas al mismo tiempo. El nombre de uno se hace saber. El bosque se apagó. Me encierro de nuevo entre la civilización.

Despierto.

domingo, 13 de mayo de 2012

Letras

Esa noche fue horrible. El lado izquierdo de mi cara besaba el polvo del piso que estaba frío. La luz de mi habitación lograba colarse por la parte inferior de mi librera. Y aunque era difícil ver al fondo, forcé la vista y las encontré. Allí estaban todas las letras juntas en una esquina, hechas un molote. Sus ojitos reflejaban pánico y se subían unas en otras para que no las alcanzara. Se aferraban al fondo parecía como si las fuera a matar o comer. Tomé un lápiz para alcanzarlas mejor. Empecé a moverl0 lentamente, para que no les diera un infarto. Me mordía el labio de los nervios. Tenía que sacarlas de alguna manera. El tiempo corría y no tenían ningún plan para que salieran. Les hice ruidos como cuando una madre le habla extraño a su bebé. Pero no se quedaban quietas. No querían salir. Tenían miedo. Me empecé a desesperar. El lápiz cobró fuerza y se movió más rápido. Empecé a amenazarlas. Fruncí el seño. Tenían que salir de una u otra manera. Era molesto tener que hacer esto seguido. Me detuve y les grité. Se arrejuntaron más las idiotas, durante el grito y el susto que se pegaron empezaron a escalar unas sobre otras con más fuerza. Tanto que una resbaló y rodó cerca de mi mano. Me quedé quieta en lo que ella se levantaba y recobraba fuerza. La tomé entre mis dedos con fuerza. Estaba molesta. ¿Por qué huían? Sentía entre los dedos cómo trataba de zafarse. Empecé a hacer más presión contra su cuerpo. Era la letra H. Muda sólo abría la boca como si estuviera gritando, pero no salía ruido alguno. Sus ojos tenían lágrimas. Me dio tanta lástima que un nudo empezó a crecer en mi garganta. La odié. Presioné con más fuerza y cuando abrí la mano su cadáver yacía en la palma. Estaba aguada y estrujada. La tiré abajo del mueble junto a las otras para que vieran su destino. Cuando bajé para verlas, ya no había nada.


viernes, 10 de septiembre de 2010

Besos a las seis

-1-
Un suspiro sobre mi cuerpo, un caluroso roce de labios y una exquisita risa perdida. La mente sigue en blanco y todo... se esfumó.
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