miércoles, 11 de mayo de 2011

Todo lo que no pasó


Otra vez no puedo dormir, qué desgracia. Aterrizo en la cocina y se me ocurre que con comer algo podré calmar mi insomnio, pero sólo soy hipócrita con mis pensamientos y es solo traicionar mi tristeza con comida.
El café a medio tomar, terriblemente frío, me miraba listo para hidratar las lágrimas, no había vuelta atrás, fue imposible. Cada gota caía en las hojas para adornar mi letra. Esa caligrafía alocada que imaginé abrazar durante una hora para no pensar en ti, desgracia de hombre. Repasé las líneas una y otra vez hasta que me fui en un agujero de diez años atrás.

"Apareciste entre los arbustos y un día nublado, para mí romántico. Era como ver un pavo real que extendía sus coloridas plumas, no sólo a las mujeres sino a todos. Cada logro, una pluma. Cada discurso a conciencia -si claro- por estudiar entre "el pueblo" los mostraste como trofeos y excusa para adoración y entrega de condecoración por tu conciencia (o consciencia) social. Detestaba eso de tí.
Sin embargo en menos de un día logré desarmar tu armadura y botar tus plumas, tuve la dicha de encontrarme a mí en ti. Que desgracia, tan parecidos por no saber qué querer de la vida y que la vida no quisiera saber de nosotros qué esperar. Sonreír, hablar y caminar fuerte con bastante necesidad de afecto y aceptación.
Agrandado como siempre, nunca lo dije para no hacerte sentir mal pero deplano que cada situación sólo las viviste en tu mente, en la de nadie más. Un joven Quijote, en busca de... saber, un escudo y ansias de vivir a través de los demás.
Se te consideraba inteligente y tuviste el descaro de sentarte a mi lado y yo ya sabía bien que estabas asustado. Gente nueva, oportunidad nueva para un nuevo inicio. La adrenalina recorrió tus ojos y bajó a tus labios, qué atracción instantánea. ¿Amor a primera vista? Más bien identificación de afinidades. Lo compensaste con alimento al ego, gritando a los cuatro vientos tus viejas hazañas no para el resto, sino para ti mismo, para tranquilizar a ese niño asustado que ya se quería convertir en hombre. En fin, como más adelante lo afirmaría: complicado.
No costó enamorarme de ti. Tus hazañas, cuento viejo, las hacía mínimas e indiferentes para retarte a más. No era atracción física, sos horrible, sino una curiosidad espiritual. Tenía un presentimiento femenino de que iba a encontrarme con algo familiar y agradable: yo, en hombre.
La fugaz amistad no fue normal. Mi cuerpo arisco de la gente, con bastantes decepciones que fui coleccionando de niña, me alejaba del deseo de ser popular, incluso una escéptica a esa condición sentimental. Pero contigo estaba al borde de ella, la vivía en tus ojos y sonrisa, siempre horrible claro está.
El tema de siempre: tu salvaje amor platónico. Ese amor de ojos negros, tristes, pícaros y penetrantes hasta quemar tu alma. Poetas hasta la madre, te cautivaban más que el miembro, la vida entera. Soñabas con hacerla y deshacerla, tenías un errado presentimiento de hombre de que esa relación sería salvaje. -Vaya si lo fue, pero no como tu te lo imaginabas. Años más tarde me daría, lo acepto, un gran placer y risa, que hiriera tu corazón más de tres veces. No se mucho del karma, pero brindo por ella cada momento de dolor.-
Con el paso de los días, nuestras conversaciones eran cortas, intensas y confusas. Para ese entonces las disfrutaba cada día, por siquiera un minuto. Mi novio no era lo esperado y no tenía el valor de dejarlo y el valor de ser mujer fuera del esquema. Aún no florecía en mí esa forma de disfrutar estar sola y romper hábitos sociales machistas, impuestos por más de dos décadas en mi piel. Quizás en otro insomnio me derrame en esa parte.
Grave error. Tu, deseando una poeta "salvaje" y yo queriendo dejar de querer a la persona incorrecta para quererte más. Los edificios grises eran testigos de esa breve conversación sin sentido, sólo excusa para pasar el tiempo. Yo disfrutaba ese paisaje nublado, con flores y selva urbana, hundida en mis pensamientos. Fingía escuchar otra de tus grandezas, algo distorsionadas, porque yo me daba una discusión interna. Entre ademanes, sonrisas y gestos indiferentes me viste. Detuviste el desfile de palabras -al fin- sin pensarlo tus labios estaban bailando con los míos, luchaban por dominar la batalla. Duró menos de lo que pensé, grave error: no me gustó. En lugar de decepcionarme, me quedé alborotada y más que babeada semi enamorada. No besé a muchos hombres en esa corta vida, pero ese fue el peor beso que he tenido. ¡Qué desgracia!
Solo me dio risa, en lugar de darme por vencida, fui positiva o idiota. En lugar de verlo como un beso aguado y de labios carnosamente exagerados, lo vi "original" con deseo de mejorarlo. Fue sólo un receso de la realidad. Porque terminó como empezó: mal. Tus palabras resonaron laboriosas y un poco petulantes -por teléfono, qué descaro- SOMOS OPUESTOS, BUSCÁ A ALGUIEN MÁS."

¡Desgracia de hombre! Luego de recordar ese beso desapasionado, me fui a dormir. No valía la noche, mejor la dedico a la oscuridad y su espíritu. A la luna, a mí ilusión de alguien más.

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