miércoles, 29 de diciembre de 2010

I have a dream...

El día de hoy desperté muy feliz, el motivo: un sueño que me hizo embarcarme a la aventura. Usualmente, los sueños son especiales, emprenden el deseo de interpretarlos, adivinar qué nos quieren transmitir y queremos creer que guían en la toma de decisiones. Para mi simplemente transporta a un mundo paralelo, es un puñado de imaginación que trabaja en los momentos menos esperados y cuando estamos más relajados. Tal fue el caso de este sueño, al cual ya adorné un poco pero su esencia se mantiene....


Allí estaban, frente a la majestuosa entrada, Dana y Perim, nunca habían visto algo similar en sus vidas. Varios hombres y mujeres con aspecto serio y asombrado a la vez, observaban junto a ellos, era como si hubieran descubierto todo el dinero del mundo y sólo para ellos, en ese mismo lugar.

Dana y Pergrim habían aceptado hace un par de días atrás, emprender la aventura de sus vidas, cuando una mujer de tez morena, alta, bella y con aire intelectual los visitó a su departamento en la ciudad y les describía con cuidado el descubrimiento de su compañero. En la selva existía un montículo, más grande que el resto de pirámides, era una montaña cubierta de vegetación que entre toda la selva destacaba y era difícil de creer que fuera sólo una montaña. Después de varias investigaciones, hipótesis y pruebas, develó una puerta con escrituras muy antiguas. Les tomó un par de años descifrar los códigos pero cuando tenían todas las piezas juntas, interpretaron el secreto mejor guardado de la tribu del lugar. No decía exactamente qué era, sin embargo decía cómo llegar a él.

Cuando llegaron y se unieron al grupo, tres distintas puertas de piedra estaban entre la montaña y cada una tenía suficientes obstáculos inesperados que tendrían que enfrentar, para poder llegar al famoso secreto. Sólo una los llevaría al verdadero tesoro. Todos conversaban y se imaginaban qué podría ser ese secreto. Algunos mencionaban la posibilidad de que ellos tuvieran cantidades enormes de oro, otros indicaban que tenían respuestas que nadie ha podido responder hasta entonces. Dana tenía sueño y sólo pensaba en la aventura que tendrían. Su esposo Perim, la abrazaba y juntos tomaban fotografías de la entrada. Era difícil observar el interior de las tres puertas que ya estaban cuidadosamente abiertas. Estaba oscuro y eran las tres de la mañana. El grupo de científicos y exploradores revisaban el equipo y decidían quién iría en cuál puerta. Después de un par de minutos tenían los equipos distribuidos y entre nervios, gritos de alegría y grandes "Ooohh"

- Nos tocó la puerta del mono- señaló a la pareja, un joven, sonriente y llamándolos con ademanes. - Me llamó Carm- dijo estrechando su mano. Dana y Perim le respondieron con una sonrisa.

- Ella es mi esposa Dana y yo soy Perim, ella trabaja como investigadora social y yo soy mercadólogo, que le gusta la aventura.

- Genial- seguía sonriendo Carm - ¿Están seguros de continuar en este gran descubrimiento? Nadie sabe qué podemos encontrar- Carm caminaba a medida que conversaba con ambos, seguía muy feliz y se notaba la emoción que irradiaban sus ojos color café claro. Tenía unos veinticinco años y poco a poco les fue detallando que era antropólogo, le gustaba el deporte y era un lector muy ávido, especialmente de la ciencia ficción. Su estatura era poco común en ese lugar, era alto, delgado y es probable que no hiciera suficiente deporte, porque aún se notaban sus dedos huesudos y blancos. Su cabello castaño claro era largo y lo sostenía una cola de colores rastafari. Dana estaba acostumbrada a tener compañeros de trabajo con ese aspecto, pero para Perim era algo nuevo y una curiosidad, mientras continuaban bajando por unas escaleras de piedra, llenas de polvo, veía sus pulseras en ambas manos y en sus tobillos, parecía que eran de distintos países.

En poco tiempo tuvieron que encender todas las linternas, porque iban descendiendo y el túnel se iba poniendo oscuro que era imposible ver más allá de las pestañas. Dana volteaba de vez en cuando y se iba despidiendo de la entrada y la luz, ya estaba amaneciendo.

sábado, 18 de diciembre de 2010

Embarcación a la escritura...

Allí estaba frente a su cama, esa luz blanca, inerte y fría. Era una pantalla de vidrio, flotante, con sólo números digitales que daban las dos de la mañana. En ese momento de la madrugada, Dana la odiaba, nunca se apagaba. Le costó trabajo dormir, por más que se tapara los ojos con las sábanas y le interrumpieran la vista, sentía su presencia y ya le costaba respirar. Nuevamente se destapó y sí, allí continuaba. Era un objeto, sin vida, pero no le fue difícil imaginar que respiraba, como todo ser vivo. Entre tanto pensamiento, poco a poco se quedó dormida.

Al pasar las horas, unos paneles grandes se elevaron de la pared, al lado izquierdo de su cama, y mostraron una luz blanca, similar a la de la pantalla e irradió el cuarto entero. Era un especie de cubículo gris y vacío, con sólo una cama y la pantalla, que ahora daba las cinco de la mañana y emitía una especie de alarma aguda que sonaba en todo el cubículo. Para los ojos de Dana, la luz era molesta, penetraban sus pupilas y le costaba trabajo volver a dormir, no se quería levantar. La alarma continuó hasta que la apagó con su voz “Estoy despierta”. La pantalla automáticamente cambió los números digitales, por dos palabras: “estatus despierta” y parpadeaba. Y en la parte inferior derecha de la pantalla un pequeño reloj continuaba dando la hora, pero esta vez como cronómetro en cuenta regresiva de cinco minutos. Dana se levantó de mala gana, se estiró y soltó un quejido. Respiró hondo y dio una vuelta por el cubículo. Sus ojos se acostumbraron a la luz que entraba por la pared y una puerta apareció a su lado derecho, era el baño. Cuando atravesó la puerta, la pantalla detectó su reacción y automáticamente actualizó su estatus a “en el baño” y el cronómetro ahora tenía una cuenta regresiva de quince minutos.

En el baño, Dana observaba la minipantalla, que reflejaba lo mismo que la del cubículo. Cerró los ojos y procuró borrarla de su vista, era imposible, al igual que en la madrugada, la luz era fuerte que atravesaba de forma desagradable sus párpados. Prefirió abrir los ojos y contemplar su ducha, era pequeña, al igual que el baño, sólo había espacio para una persona y era incómodo estar allí. A veces pensaba que estaba intencionalmente diseñada de esa manera, para evitar pasarse del tiempo. Cerró de nuevo los ojos y sentía el agua caer. La minipantalla tenía su estatus en “ducha” con el mismo cronómetro contando dos minutos. Pasaron treinta minutos para que se alistara para ir al trabajo, tomó su traje negro y salió de su cubículo, sin antes tomar una minipantalla que seguía mostrando su estatus…

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