Allí estaba frente a su cama, esa luz blanca, inerte y fría. Era una pantalla de vidrio, flotante, con sólo números digitales que daban las dos de la mañana. En ese momento de la madrugada, Dana la odiaba, nunca se apagaba. Le costó trabajo dormir, por más que se tapara los ojos con las sábanas y le interrumpieran la vista, sentía su presencia y ya le costaba respirar. Nuevamente se destapó y sí, allí continuaba. Era un objeto, sin vida, pero no le fue difícil imaginar que respiraba, como todo ser vivo. Entre tanto pensamiento, poco a poco se quedó dormida.
Al pasar las horas, unos paneles grandes se elevaron de la pared, al lado izquierdo de su cama, y mostraron una luz blanca, similar a la de la pantalla e irradió el cuarto entero. Era un especie de cubículo gris y vacío, con sólo una cama y la pantalla, que ahora daba las cinco de la mañana y emitía una especie de alarma aguda que sonaba en todo el cubículo. Para los ojos de Dana, la luz era molesta, penetraban sus pupilas y le costaba trabajo volver a dormir, no se quería levantar. La alarma continuó hasta que la apagó con su voz “Estoy despierta”. La pantalla automáticamente cambió los números digitales, por dos palabras: “estatus despierta” y parpadeaba. Y en la parte inferior derecha de la pantalla un pequeño reloj continuaba dando la hora, pero esta vez como cronómetro en cuenta regresiva de cinco minutos. Dana se levantó de mala gana, se estiró y soltó un quejido. Respiró hondo y dio una vuelta por el cubículo. Sus ojos se acostumbraron a la luz que entraba por la pared y una puerta apareció a su lado derecho, era el baño. Cuando atravesó la puerta, la pantalla detectó su reacción y automáticamente actualizó su estatus a “en el baño” y el cronómetro ahora tenía una cuenta regresiva de quince minutos.
En el baño, Dana observaba la minipantalla, que reflejaba lo mismo que la del cubículo. Cerró los ojos y procuró borrarla de su vista, era imposible, al igual que en la madrugada, la luz era fuerte que atravesaba de forma desagradable sus párpados. Prefirió abrir los ojos y contemplar su ducha, era pequeña, al igual que el baño, sólo había espacio para una persona y era incómodo estar allí. A veces pensaba que estaba intencionalmente diseñada de esa manera, para evitar pasarse del tiempo. Cerró de nuevo los ojos y sentía el agua caer. La minipantalla tenía su estatus en “ducha” con el mismo cronómetro contando dos minutos. Pasaron treinta minutos para que se alistara para ir al trabajo, tomó su traje negro y salió de su cubículo, sin antes tomar una minipantalla que seguía mostrando su estatus…
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