El día de ayer tuve la grandiosa oportunidad de sentarme bajo un árbol, actualizar mis lecturas y durante un breve momento observar el atardecer. Este tipo de momento a solas, observando el paisaje, hace que surgan pequeños diálogos internos y preguntas que nos hacen reflexionar sobre ¿Qué estamos haciendo? Debido a la coyuntura de un par de días atrás la pregunta iba directamente hacia mi persona, en cuanto a qué he hecho para aportar a mi vida. Aportar a la vida, puede que suene todo, para muchos, un reto utópico e inalcanzable.
Pues tuve más que esperanza, la valentía de introducirme entre la política. Con la mente siempre más allá de representatividad, el reto de poder introducir a todos hacia la participación. Fue una experiencia que trajo sentimientos de alegría y al mismo tiempo frustración. Alegría; al momento de toparme con amistades nuevas y el reforzar las viejas, de compartir y obtener conocimiento. Sin olvidar el cómo surgió una fuerza indescriptible al enfrentarme hacia un retador encubierto, deshonesto y con fundamentos poco coherentes, que pensó que al enfrentarse con mujeres lograría obtener más allá que poder, la perpetuación del patriarcado y sexismo.
Con más que llegar al fin de la historia, llegué a la conclusión que estamos como mujeres listas para crear una nueva historia, donde más que ampliar o voltear las características masculinas de apropiación y búsqueda de conflicto, vislumbramos un siglo de reconstrucción, interpretación y acercamiento con lo femenino para mejorar como seres humanos que somos.
Con más que llegar al fin de la historia, llegué a la conclusión que estamos como mujeres listas para crear una nueva historia, donde más que ampliar o voltear las características masculinas de apropiación y búsqueda de conflicto, vislumbramos un siglo de reconstrucción, interpretación y acercamiento con lo femenino para mejorar como seres humanos que somos.
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