Toco tu boca. Toco tu boca mientras finges dormir. Se te nota, pero lo ignoro. Me distraigo entre tus imperfecciones. Las aprendo con mi tacto y las admiro con el corazón. Cada una te hace más a tí. Toco tu boca. La rozo con la respiración. Pretendo dormir y tu también. Sólo hay silencio y un leve, minúsculo roce de piel. Finjo dormir, pero por dentro, me muero por besarte. Quiero matar el misticismo y la idea de no aceptar que nos queremos. Nos deseamos, nos tememos. Besarnos sería dar un paso al futuro incierto, a lo que aún no sabemos descifrar. Hablo en plural, pero se que no es algo mutuo, no lo es al menos más allá de mi imaginación.
Toco tu boca con la mente, me alejo mientras finjo dormir. Sé que tu también finges. Te alejas. ¿Pensaremos igual? ¿Tememos a lo mismo?
Toco tu piel, no lo puedo aguantar. Mientras me abrazas y finges dormir recorres mi piel. Quieres besarme, lo sé, yo también. Paso mi mano por tu brazo. No abro los ojos. Pasas tus dedos, con tacto y ternura, por el cuello. Te mueves con táctica y terminas frente a mí. Tocas mi nariz con tu nariz. Bailan un rato. Un ritual exótico. Pretendemos dormir.
Toco tu boca, tu tocas la mía. Con tus labios.
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