Tuve peces, un french poodle, un chompipe, incluso un pollito. Pero ese día, aún con 12 años mi vida cambió con un pedacito de existencia, que la mayoría ignora o simplemente excluye. Allí estaba en una caja, tan pequeño como del tamaño de la palma de la mano, asustado más que yo. Lo llevamos a casa y convencimos a mi padre de darle una oportunidad. Sí: era un gato. La mayoría de personas tiene el prejuicio de que los gatos son interesados, feos y qué se yo. Tienen ese horrible estigma de ser rechazados por la mayoría de personas. Para mí simplemente se saben cuidar, querer y no se dejan pisotear por alguien que no los va a tratar bien.
Allí estaba blanco y negro en su primera noche en un lugar desconocido y durmió conmigo. Lo cuidé, no diré que yo lo alimenté ya que mis padres se encargaban de ello. Pero me acompañó en muchos momentos de mi vida y sigue allí, al levantarme para ir a la Universidad e incluso en sus aventuras como meterse detrás de la refri y tirarse en el tendedero (Le quedan cinco vidas). A medida que el tiempo pasó, me ayudó a enfrentar mi miedo a la oscuridad, a tranquilizarme en mis tristezas, cuidarme cuando me enfermo, en las desveladas de horas y horas de tareas de la universidad y darme una gran bienvenida todos los días aunque haya sido un mal día.
Aún sigue aquí y no me arrepiento de esa decisión, de quitarme ese prejuicio de que los gatos "son feos", atreverme a algo diferente y vaya si lo ha sido. Ver Marley and Me, me hace ver que no hay ninguna diferencia entre tener un gato y un perro, ya que este gato no le importa que tan molesta, atareada, cansada, pobre, enamorada, alocada, feliz, etc. esté siempre anda allí, me sigue para todo ;) Todo depende del quien elija la decisión de "aventarse" o no.
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