Con mi carné viejo y doblado entro a la biblioteca de los sueños. Luego de un minuto de silencio a los libros caídos en manos poco soñadoras, me dedico a observar desde el asiento estratégico a la ventana.
Sostengo un libro, el predilecto de esos días. No me puedo concentrar hay mucha bulla afuera y estoy entre esos párrafos que no ceden. Como los arduos manuscritos que sobrevivirían la masacre de Alejandría.
En las calles, autoridades reportan libros salvajes, atacando a transeúntes y pilotos por igual. Los muerden, les gritan y corretean por doquier. Hay tráfico en el puente de El incienso, una obscenidad.
Soy la otra, la que se esconde de todo ese caos. Sólo miro desde la ventana. De pronto se acerca una horda de libros, parecen orcos asesinos, con sed de humanos. Llevan una banca y rompen el vidrio de mi ventana. No me muevo mientras destruyen la biblioteca de los sueños.
SB
Suscribirse a:
Entradas (Atom)
Social